Hoy os traigo la primera sesión de Rolfing contada por una paciente desde su propia experiencia. Tengo que agradecerle enormemente que de forma anónima se ofrezca a compartir su proceso de Rolfing, para que podáis conocer un poco mejor como funciona el método desde la perspectiva del paciente.
Aquí os cuenta su sesión 1:
Llevaba mucho tiempo queriendo probar el Método Rolfing, había leído algo sobre el tema y en varias ocasiones mi curiosidad me había llevado a tener charlas con mi fisioterapeuta Marta Pichardo preguntándole los beneficios y qué mejoras notaría tras las sesiones.
Ahora me encuentro en un momento de mi vida en el que estoy trabajando mi equilibrio físico y mental, estoy practicando yoga y meditación, además de intentar serenarme y adquirir pautas para una vida más saludable. Por ello no veo mejor momento que este para recibir el método Rolfing, el cual voy a describir, sesión tras sesión, pero no me enrollo más y vayamos con lo importante.
En la 1ª sesión de Rolfing, al llegar a la consulta, Marta fue haciéndome preguntas de cómo me sentía y cómo notaba mi cuerpo mientras hacía anotaciones. Me preguntó por mis objetivos, ¿mis objetivos? me encantó que se centrase en lo que yo realmente quería conseguir ya que con Rolfing se pueden trabajar diferentes aspectos. Esto duró escasos minutos y pasamos a la valoración corporal colocándome de pie, en ropa interior, posición totalmente natural, con Marta enfrente observando mi postura desde los diferentes ángulos. Esto para mí fue algo incómodo, ya que no estamos acostumbrados a sentirnos observados en ropa interior mientras expresamos como nos sentimos.
En mi caso llevaba un tiempo sintiendo, a la hora de hacer yoga o cualquier otro ejercicio, mi brazo derecho más pegado al cuerpo que el izquierdo, ya que tengo ese hombro más bajo que el otro. También sentí como mis rodillas se juntaban levemente o como repartía el peso del cuerpo de manera distinta en cada pie. Le comenté a Marta que cuando estoy parada de pie tiendo a echar siempre el peso sobre la pierna derecha. Ella rápidamente relacionó esta asimetría del apoyo con la desviación de mi brazo. Aquí empecé a tomar consciencia de como mis hábitos posturales me estaban afectando.
Marta seguía tomando anotaciones y me preguntó con qué parte de mi cuerpo me sentía más segura y con la que menos. Yo contesté que para mí los brazos son una parte de mi cuerpo que me gusta y no me importa mostrar, estoy contenta con ellos, por lo que los brazos era la parte con la que me sentía más segura. Con la menos segura le dije los pies. Es cierto que yo a la hora de comprar unos zapatos siempre pienso « por favor que no me duelan los pies´´ y temo que esto suceda, además es una parte de mi cuerpo que no me gusta especialmente. Pero que dijera los pies a Marta le llamó especialmente la atención, ya que me explicó que los pies son muy importantes para nuestro cuerpo y sostienen todo nuestro peso, son la base de nuestra estabilidad y por tando deben proporcionarnos seguridad. Yo ahí le comenté que estaba trabajando mucho en mi seguridad ante cualquier situación. Como os he comentado antes, estoy dedicando tiempo a mejorar mi yo exterior e interior y de ahí me di cuenta que la inseguridad me hacía bastante daño en algunas ocasiones, cosa que me sorprendió porque tenía mucha lógica esta relación de los pies con cómo me siento.
Tras este análisis, me pidió que me tumbara en la camilla. Boca arriba, empezó trabajando el lado derecho, zona de espalda, hombros y tronco y luego el lado izquierdo. Yo noté mi lado izquierdo más duro y molesto que el derecho. Para que me entendáis, es como si te peinaran la capa que está bajo nuestra piel. En algunos momentos es doloroso, pero para mí es un dolor agradable ya que siento como si me estuviera estirando cada zona. Después continuó trabajando la zona de caderas y muslos. Por último, terminamos con cuello, cabeza y sacro. Aquí el masaje fue con movimientos tan sutiles que casi no me di cuenta que me estaban tratando.
A la hora de levantarme de la camilla, Marta me enseñó cómo hacerlo para no dañar mi espalda e integrar este movimiento en mi día a día. Me puse de pie, en la misma posición en la que empecé. Noté como el peso en mis pies estaba más repartido, como me sentía cómoda en una posición natural sin la necesidad de echar todo el peso hacia un lado, y, sobre todo, para mí un gran cambio, fue sentir que el brazo derecho ya no rozaba mi cuerpo.
Marta me aconsejó un ejercicio para practicar en casa que no me lleva más de 5 minutos al día, para corregir la alineación de la columna. Lo hicimos en la consulta juntas y lo realizo días tras días, no es algo fácil, pero espero que poco a poco vaya corrigiendo mi postura.
Cuando nos despedimos me propuso que me diera un paseo prestando atención a las sensaciones del cuerpo. Le hice caso y me puse a caminar tranquila. A tan solo escasos minutos empecé a darme cuenta que sentía una agradable sensación en la espalda, como si sus manos siguieran masajeando la zona de las escápulas, estirando de dentro hacia fuera. Esto duró unos 30 minutos, pero me dejo muy impresionada ya que pensé que el tratamiento de Rolfing seguía actuando en mi cuerpo.
Si tuviera que escoger una cosa con la que quedarme de esta 1ª sesión de Rolfing, sin duda elegiría el cambio que noté en mi cuerpo, la firmeza y seguridad de mis pies y una mejor alineación de mi cuerpo. La verdad que estoy deseando probar la segunda sesión.
Os lo contaré todo en el siguiente post.
¡Qué tengáis buena semana y hasta la segunda sesión!
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