Marta Pichardo

La salud oral: la gran olvidada que puede cambiar todo

Cuando hablamos de salud oral, solemos centrarnos en algunos aspectos como tener los dientes limpios, blancos y alineados.

Para conseguirlo, los hábitos están muy establecidos.

Cepillado después de cada comida.

Revisión en el dentista y limpieza cada año…

Alguna vez usas enjuague bucal…

En general, el cuidado de la boca suele quedarse ahí.

Pero no nos solemos parar a pensar en cuáles son las funciones de la boca y en cómo la salud oral afecta al resto del cuerpo.

La realidad es que en torno a la boca y su salud nos falta mucha información.

Cuando te cuidas la boca como he mencionado hace un momento, lo haces porque es como nos han enseñado siempre.

Pero en realidad, no es la única manera de cuidar tu salud oral.

¿Sabías que tu boca es mucho más que sólo el lugar por donde entra la comida?

¿Que cómo masticas, qué alimentos comes e incluso tu pasta de dientes pueden alterar tu salud intestinal, inmunológica y hormonal?

La salud oral no es un tema sencillo, es un pilar del bienestar.

Pero sólo le hacemos caso de verdad cuando hay una caries, una encía inflamada, o te duele una muela.

Tu boca es un ecosistema vivo, muy complejo y lo que ocurre dentro de ella puede afectar a todo tu cuerpo (literalmente).

Hoy, hablamos de un tema que me apasiona: la salud oral y qué puedes hacer para mejorarla.

La boca es mucho más que una simple cavidad

No solemos pensar en la boca en su conjunto, teniendo en cuenta todas las funciones que realiza y todo lo que conecta. La boca es la vía de entrada a nuestro aparato digestivo y respiratorio (como complemento a la nariz).

Por tanto, tiene una tarea muy importante en el comienzo de la digestión, que al revés de lo que se pueda creer, no empieza en el estómago sino en la boca, con dos momentos importantes:

Para empezar, con la masticación comenzamos la digestión mecánica. Es importante masticar bien y preparar un bolo alimenticio lo más triturado posible que ayude al estómago y al intestino después.

Además, en la boca también empieza la digestión química, con dos enzimas, la lipasa lingual y la alfamilasa salival. Ellas son las encargadas de iniciar la digestión de los hidratos de carbono.

Lo más normal es quedarnos ahí, pero se nos escaparían otras funciones clave de la boca, como la regulación del sistema nervioso, porque masticar activa el sistema parasimpático, con el «modo descanso y digestión».

Comunicarnos, expresarnos, hablar, reír o besar. La boca tiene un papel protagonista en la vida emocional y social.

Su función sensorial puede influir en que algo te guste mucho o en que lo rechaces totalmente. Aquí entra en juego el sentido del gusto, porque tu apetito puede variar incluso con las sensaciones que tengas en la boca.

Afecta, y esto puede sorprenderte, a la regulación postural, porque la oclusión dental (cómo cierras y aprietas tu boca), influye en el tono muscular, la postura cervical y hasta en el equilibrio de todo el cuerpo.

La saliva

No podemos hablar de la boca sin hacerlo también de la saliva.

La saliva en sí misma tiene muchas funciones, pero tiene un componente inmune muy importante que incluye sustancias antimicrobianas, inmunoglobulinas e interleuquinas que, por un lado, ayudan a mantener en la boca un estado antiinflamatorio y por otro, se encargan de la detección de patógenos que activan el sistema inmune, controlando así la proliferación bacteriana.

Pero la saliva no es siempre igual.

En función de cómo te encuentres la saliva tiene distintos componentes y eso se ve de manera muy clara en cómo cambia dependiendo de si te encuentras en un estado de reposo o en otro más estresante.

Cuando sientes tranquilidad, cuando nada te altera, la saliva suele ser más bien líquida y la produces en poca cantidad. Tu boca está húmeda sin exceso, tragas saliva cada ciertos segundos y todo sigue su curso “normal”.

Si empiezas a pensar en comida o en que tienes mucha hambre, si has preparado una comida rica o si vas a ir a comer a un restaurante que te gusta mucho, al recordarlo, empiezas a salivar. Esa saliva suele ser bastante más líquida y se produce en mayor cantidad. Incluso es probable que al leer este párrafo, te haya ocurrido. Es muy curioso, ¿verdad?

De ahí esa famosa frase de “estar salivando” cuando se habla de algo rico o se está esperando que te traigan la comida que has pedido.

¿Sabías que este momento también forma parte de la digestión, incluso antes de tener contacto con la comida? Se llama fase cefálica de la digestión, y se produce cuando el Sistema Nervioso Autónomo empieza a producir enzimas en la boca, que es lo que hace que haya más saliva y más fluida. Al mismo tiempo empieza a producir enzimas y otras sustancias en el resto del aparato digestivo.

Pero en los momentos más estresantes, como puede ser hablar en público si te da vergüenza o tienes pánico escénico, o si estás discutiendo con alguien, o simplemente sientes mucho enfado, la sensación es la contraria.

La boca se te pone pastosa, tienes menos saliva y la poca que tienes es más espesa.

El Sistema Nervioso Autónomo está detrás de esta producción de saliva y es el responsable de regularla. Así, según te encuentres, tu saliva tendrá unos componentes u otros.

Esto ocurre en cuestión de segundos. 

Así de increíble es nuestro cuerpo.

La boca es un órgano clave para el equilibrio interno de todo el cuerpo (homeostasis). Cuando este equilibrio se rompe, no sólo aparecen problemas dentales: se ven alteradas la función inmunitaria, la salud mental, la postura y la microbiota intestinal.

Llegados hasta aquí, hablemos de microbiota.

Microbiota oral: el ecosistema que protege tu cuerpo

Cuando hablamos de microbiota, solemos pensar en el intestino. Es uno de los protagonistas de las conversaciones sobre inflamación y salud en la actualidad.

Pero la microbiota no se encuentra sólo al final del aparato digestivo.

La boca alberga la segunda comunidad microbiana más densa del cuerpo: más de 700 especies distintas de bacterias, virus, hongos y arqueas que conviven en equilibrio (o no, luego lo vemos).

Y para entender bien la importancia de la microbiota oral, tengo que hablar de sus funciones, que no son pocas.

Para empezar, es la primera defensa local del cuerpo, porque controla y previene el crecimiento y colonización de microorganismos patógenos. Lo que no se regula en esta puerta de entrada, pasará al intestino. De ahí la importancia de mantener un ecosistema de microorganismos positivos en la boca.

Por supuesto, ayuda en la digestión de los nutrientes que metemos en la boca, como ya te he contado un poco más arriba.

Interactúa con el MALT, el tejido linfoide asociado a mucosas, como parte de la regulación inmunológica del cuerpo.

Puede prevenir enfermedades sistémicas, y es que la disbiosis oral se ha asociado a enfermedades como la diabetes tipo 2, aterosclerosis, Alzheimer o partos prematuros, entre otros.

Algunas bacterias orales pueden convertir los nitratos de los alimentos en óxido nítrico, fundamentales para la vasodilatación y la salud cardiovascular.

Y otras funciones como ser barrera contra virus y hongos, regular la inflamación local y sistémica, mantener el equilibrio del pH y estimular el sistema inmune oral.

Cuando todo este equilibrio se altera, se produce la disbiosis.

La disbiosis oral

Que no es ni más ni menos que un desequilibrio en la microbiota oral.

Si sangras a menudo al cepillarte, tienes caries recurrentes, tu lengua suele tener una capa blanca, tienes mal aliento persistente… es posible que tu cuerpo te esté avisando de un caso de disbiosis oral.

El aliento puede avisarte no sólo de disbiosis a nivel oral, también a nivel intestinal. De todos modos, el mal aliento siempre es algo que debes atender, porque te indica que algo no está funcionando como debería.

Los problemas digestivos también pueden ser una señal de alarma y sobre todo, la gingivitis y la periodontitis.

Si tienes a menudo candidiasis, hongos o herpes labial o bucal, pueden ser otro indicativo de algún patógeno.

¿Puedes cuidar este ecosistema?

Por supuesto que sí, todos los indicativos son sólo avisos, y puedes hacer muchas cosas para recuperar ese equilibrio en tu microbiota oral.

Para empezar, cuida los elementos de tu limpieza diaria, usa cepillos suaves y pastas de dientes respetuosas con la flora oral (sobre ellas te hablo un poco más abajo).

Evita enjuagues bucales agresivos con clorhexidina o colutorios con alcohol y/o disruptores endocrinos.

Trata de respirar por la nariz, porque la boca seca (por respiración bucal, estrés o por medicación) altera el equilibrio microbiano y favorece el sobrecrecimiento de bacterias patógenas.

Prueba a introducir en tu alimentación fermentados, polifenoles y fibras prebióticas.

Por supuesto, evita fumar y el consumo excesivo de azúcar y alcohol.

Como acabas de ver, una microbiota oral sana no sólo previene la caries: modula tu sistema inmune, mejora la digestión y protege tu salud cardiovascular y neurológica.

Es, sin lugar a dudas, una de las primeras líneas de defensa del cuerpo.

Cómo influye lo que comes en tu salud oral

La comida que consumes tiene una enorme influencia tanto en la microbiota como en el estado de las mucosas orales. Y cuidar eso también es cuidar tu salud oral.

No hace tanto años, los hidratos de carbono refinados no formaban parte de la alimentación diaria. 

Hoy, los azúcares, los procesados y el alcohol son parte protagonista de la dieta de la mayoría de la población y esto, obviamente, no ayuda.

Un día normal te levantas, con la boca normal. Comes comida saludable a lo largo del día y mantienes ese equilibrio de la cavidad oral, sumado a otros hábitos saludables, como la limpieza oral.

Pero otro día, te das una comilona y bebes mucho alcohol porque por ejemplo, has estado en una boda o en otra celebración, y te levantas, además de con resaca, con la boca muy pastosa, pegajosa, mal aliento…

Se ha provocado una disbiosis oral que bueno, si es un día, una excepción, no pasa nada, pero no deberías tener estos síntomas a menudo como consecuencia de una alimentación poco equilibrada.

Y para mantener ese orden, es importante que sepas qué alimentos dañan tu boca y cuáles la cuidan.

Alimentos que dañan tu boca

Empiezo por los azúcares refinados porque son el principal alimento de bacterias cariogénicas como el Streptococcus mutans. Además, alteran el pH salival y promueven la inflamación.

Los ultraprocesados no sólo están llenos de azúcares, aditivos y grasas trans, sino que además apenas requieren masticación, lo que empobrece la función oral. Suelen contener aditivos que alteran la microbiota.

Consumir carbohidratos de rápida absorción genera picos de glucosa que debilitan las defensas inmunológicas y favorecen desequilibrios en la microbiota oral.

Alimentos que nutren y promueven tu salud oral

Si masticas a menudo verduras crujientes fortaleces la musculatura masticatoria, además de que es una acción que ayuda a limpiar los dientes.

Comer a menudo proteínas de calidad es esencial para mantener el tejido conectivo y para fomentar la regeneración de encías.

Incluye grasas saludables (omega-3, A, D, K2) en tu dieta, porque reducen la inflamación y fortalecen el esmalte y la estructura ósea.

No estamos muy acostumbrados a los alimentos fermentados (kéfir, chucrut), pero son súper interesantes, porque introducen microorganismos beneficiosos para la microbiota oral e intestinal.

Los alimentos ricos en colágeno y minerales como el caldo de huesos promueven la salud de encías y ligamentos periodontales.

Pasta de dientes, ¿con o sin flúor?

Uno de los debates más intensos en salud oral es si debemos usar o no pasta dentífrica con flúor.

La odontología convencional dice que el flúor remineraliza el esmalte dental, reduce el riesgo de caries y que es seguro en concentraciones bajas.

La realidad es que el flúor es un neurotóxico en dosis acumulativas, que puede alterar la función tiroidea, especialmente en personas con hipotiroidismo y que la mayoría de las pastas con flúor contienen además SLS, triclosán, y otros disruptores endocrinos.

Entonces… ¿qué hacemos?

La boca y la mucosa oral están altamente vascularizadas, esto hace que todo lo que tengamos en la boca pueda, por esa microperfusión, pasar fácilmente al torrente sanguíneo.

Un ejemplo claro de eso es esa típica medicación de rescate que se pone bajo la lengua para que se absorba muy rápido.

O esos pequeños mordiscos que nos damos, que aunque sean muy leves, pueden sangrar mucho con facilidad.

De esa misma manera, la mucosa oral tiene la capacidad de cicatrizar y curarse muy rápido.

Sin embargo, además de todos los elementos de los que te he hablado que pueden alterar la salud oral, el flúor y todos los disruptores endocrinos de esas pastas fluorizadas también pasan al torrente sanguíneo.

Mi recomendación es que cambies tu pasta de dientes por una que no contenga estos ingredientes que tanto pueden alterar, no sólo tu boca, sino el resto del equilibrio microbiano del resto de tu cuerpo.

Pero no puedo obviar una realidad. Y es que la alimentación de hoy en día, el tabaco y otro hábitos, hacen que quizás no tengas que descartar el flúor al 100% de tu higiene.

Eso sí, trata de usarlo una vez en semana para una limpieza más profunda y para eliminar esos restos de los malos hábitos que hemos adquirido en los últimos tiempos.

Si tu estilo de vida es inflamatorio (tienes mala alimentación, sufres estrés o tu higiene no es buena), el flúor será sólo un parche.

En cambio, si apuestas por un enfoque preventivo, puedes utilizar pastas sin flúor que contengan ingredientes remineralizantes como las que te cuento ahora.

Algunas alternativas saludables al flúor

La hidroxiapatita nativa o nanohidroxiapatita, un remineralizante natural sin toxicidad.

Busca una pasta dental que incluya en sus ingredientes aceite de coco, propóleo, que tienen propiedades antibacterianas y protectoras.

Los aceites esenciales naturales como el de clavo o el de menta son muy beneficiosos, además de dar buen sabor a la pasta.

Si te atreves, también puedes masticar unas hojas de menta o un clavo de olor, obtendrás los mismos beneficios.

En el mercado encuentras hoy muchas opciones de pastas de dientes saludables, que incluyen estos ingredientes y están exentas de flúor. 

Prueba alguna que te llame la atención y tu cuerpo te lo agradecerá.

El flúor puede tener su lugar, pero no debe ser tu única defensa. Recuerda que una boca sana empieza por un cuerpo equilibrado.

Masticar no está de moda

Uno de los pilares olvidados de la salud oral (y digestiva, metabólica y mental) es la masticación.

Para que toda la musculatura de la boca se mantenga en buen estado, es necesario ejercitarla a través de esta acción tan importante, que era la base de nuestros antepasados. 

Porque sí, es importante tener en cuenta de dónde venimos evolutivamente y esos primeros hombres roían huesos, por ejemplo, sus carnes crudas eran mucho más difíciles de masticar (no digo que lo hagas, claro, pero sí es interesante tener esto presente para entender su importancia).

Hemos ido perdiendo fuerza poco a poco y esto no sólo afecta a la función de la dentadura y de la articulación temporomandibular, sino que lo hace incluso a la respiración.

¿Por qué masticamos tan poco hoy? Masticar no es opcional y sin embargo…

Vivimos con prisa. Comemos frente al ordenador, en el coche o de pie en la cocina. Y además, nuestros alimentos son cada vez más blandos y procesados. 

Como resultado, tragamos en lugar de masticar, y muchas veces, sin terminar de formar un bolo alimenticio triturado de forma correcta.

Masticamos poco y tragamos mucho y esto tiene consecuencias directas sobre la digestión, porque sin masticación, el estómago y el intestino deben hacer un trabajo extra para el que no están diseñados.

Los alimentos mal digeridos pueden generar fermentaciones y disbiosis intestinal, provocando inflamación.

La saciedad se ve también influenciada, porque masticar estimula hormonas como la leptina y el PYY que mandan el mensaje al cerebro de que ya estamos satisfechos. Al no hacerlo, corremos el riesgo de comer de más por no haber hecho ese trabajo previo.

Incluso el sistema nervioso, porque al masticar se estimulan los nervios trigémino y el vago, activando el modo «calma».

Ya lo he mencionado antes, pero al masticar evitas la hipotonía mandibular, algo que puede generar compensaciones posturales y afectar a la función músculo-esquelética. Incluso a la respiración.

La masticación, bien realizada, estimula la producción de saliva y enzimas digestivas, y evita fermentaciones intestinales al tener menos fragmentos grandes de alimento sin digerir.

Puede ayudar a activar el sistema parasimpático, porque relaja, mejora la digestión y regula el cortisol.

Al comer lento y masticar bien, el cerebro detecta cuándo parar. Esto favorece la aparición natural de la saciedad.

El reto de las 30 masticaciones

Te propongo algo: en tu próxima comida, elige un alimento sólido y mastícalo 30 veces antes de tragar. Observa cómo cambia tu digestión, tu saciedad… y hasta tu nivel de ansiedad.

4 pasos para asegurar que masticas bien:

  • Realiza 30 masticaciones por bocado.
  • Come en un entorno tranquilo, sin pantallas.
  • Elige alimentos que requieran masticar (zanahoria, manzana, frutos secos).
  • Evita líquidos durante las comidas que diluyan la saliva.

La masticación no es sólo mecánica: es una acción neurodigestiva que programa la digestión, modula el apetito y regula incluso el eje hipotalámico.

Haz de ella tu aliada y te aseguro que te alegrarás de los resultados.

6 pasos para una rutina de cuidado oral

Una vez llegados hasta aquí, quizás te estés preguntando cómo empezar a mejorar la salud de tu boca y por ende, del resto de tu cuerpo.

Hay algunos hábitos que puedes empezar a incluir en tu día a día, otros un poco más espaciados.

Pero todos juntos conforman una rutina de cuidado oral que, una vez instaurados, empezarán a trabajar a tu favor.

Te comparto en este último bloque mis 5 consejos para que empieces a fomentar esa salud oral tan necesaria.

1. La limpieza dental.

Por supuesto, tengo que empezar con un hábito que tiene que ocurrir varias veces al día: la limpieza con pasta y cepillo después de cada comida, especial hincapié si has comido algo con azúcar o alguno de los elementos que alteran el equilibrio de tu microbiota.

Elige una pasta de dientes sin flúor, como te he contado hace un rato.

Una vez a la semana, haz una limpieza profunda con flúor.

2. Cepillado interdental

Haz este cepillado antes de lavarte los dientes con el cepillo y la pasta.

Ayúdate de seda dental o de un cepillo interdental para arrastras los restos que puedan haber quedado.

Hazlo por lo menos una vez al día, antes de la limpieza con el cepillo, pero sobre todo cuando hayas comido carne dura o algún alimento que suela dejar más restos entre tus dientes, y así con el cepillado conseguirás una limpieza más profunda.

3. El raspador lingual

Te lo recomiendo, pero de forma ocasional. Es verdad que se ha hecho más conocido en los últimos tiempos, pero es importante saber que si todo va bien, la lengua se limpia sola, con la limpieza diaria y gracias al paladar.

Úsalo un par de veces en semana para arrastrar los microorganismos, pero recuerda que el raspador lingual arrastra también las bacterias buenas, por eso mi consejo es que no lo uses a diario.

4. Mastica

Come fruta fresca para limpiar tu boca.

Opta por alimentos duros para favorecer el trabajo mecánico de la boca. En cuanto a la fruta, te recomiendo comer manzanas a bocados, no es que sea una fruta muy dura, pero sí que ese primer bocado crujiente tiene muchos beneficios tanto en limpieza como en la mandíbula. Incluye también frutos secos y verduras crudas como la zanahoria o el apio.

Mastica sin prisa y disfruta de los sabores.

5. Enjuague dental

Después del cepillado de la noche, hazte un enjuague con agua marina o con aceite de coco. Introduce una cucharadita de aceite de coco sólido en tu boca y extiéndelo por encías, dientes y paladar con ayuda de la lengua. El aceite de coco actúa como un potente limpiador, que además, te va a aportar muchísimos beneficios.

Con el agua de mar puedes hacer gárgaras para mantener la limpieza de la garganta.

6. Toma té verde

Porque contiene agentes antimicrobianos que limpian tu boca en profundidad.

Cuida tu boca como si fuera tu salud entera… porque lo es

No caigamos en el error de limitar nuestro concepto de salud oral a tener dientes blancos y a no tener caries, por favor.

La boca es una pieza clave del sistema nervioso, inmunológico, digestivo y endocrino.

Es fascinante, y también lo es saber que en nuestro cuerpo, muchas de esas funciones se relacionan directamente con lo que comes, cómo lo comes y cómo cuidas y proteges tu microbiota oral.

¿Y si cambias la mirada con la que ves tu boca y tu salud oral?

¿Y si dejas de verla como un lugar aislado del resto del cuerpo y empiezas a entenderla como un punto increíble que conecta tu cuerpo, tu entorno y tu bienestar?

Si no te lo habías planteado antes y ahora mismo no se te ocurre cómo hacerlo, me encantará ayudarte en estos primeros pasos.

No dejes el cuidado de tu cuerpo y del de los tuyos para mañana.

¿Necesitas consejo o no sabes por dónde empezar? Pasa, es por aquí.

Fisioterapeuta en Sevilla Marta Pichardo

Marta Pichardo
Fisioterapeuta col. nº4150

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